En el extremo más oriental de la isla, donde las montañas se funden con el mar y el tiempo parece haberse detenido, se encuentra Baracoa, la ciudad más antigua de Cuba y quizás también la más mágica.
Fundada en 1511 por Diego Velázquez, la Ciudad Primada conserva intacta su belleza natural, su herencia indígena y un espíritu único que la distingue de cualquier otro rincón del país.
Baracoa no se visita: se siente. En pocos lugares del mundo la naturaleza se muestra tan generosa. Desde lo alto del icónico Yunque de Baracoa, esa montaña plana que domina el horizonte, hasta los caudalosos ríos Toa, Miel y Duaba que cruzan la región como venas de vida, cada rincón de Baracoa es una invitación al asombro.
Sus playas de arena oscura, su selva húmeda, los senderos que cruzan bosques tropicales y el cercano Parque Nacional Alejandro de Humboldt, Patrimonio Natural de la Humanidad, hacen de este destino un paraíso para el ecoturismo, el senderismo y la contemplación.
Mucho antes de la llegada de los españoles, Baracoa era tierra sagrada para los pueblos taínos. Esa herencia aún vive: en los nombres de los ríos, en las leyendas contadas al atardecer, en la cerámica artesanal y en los rostros de quienes guardan la historia con orgullo. Caminar por Baracoa es recorrer un pedazo de Cuba que nunca dejó de ser indígena.
No hay otro lugar en Cuba donde el cacao y el coco se mezclen con tanta naturalidad como en Baracoa. Aquí nacen recetas únicas como el pescado en leche de coco, el dulce cucurucho envuelto en hoja de palma, y el chocolate artesanal más auténtico del país. La cocina baracoesa es sencilla, natural y llena de alma.
Con excelentes opciones de alojamientos ya sea una casa particular con balcón al malecón o una posada rural entre plantaciones de cacao, el viajero siempre encuentra cercanía, calidez y autenticidad. Dormir aquí es dejarse mecer por el sonido del río, el canto de las aves o la brisa del Atlántico.
El acceso a la ciudad es a través de la carretera La Farola, una obra de ingeniería suspendida entre montañas y abismos, considerada una de las rutas más bellas de Cuba. Desde Santiago de Cuba, el viaje es una experiencia en sí misma, entre paisajes selváticos, miradores espectaculares y pequeños poblados con alma.